Como especialista en PRL, esta época está siendo especialmente dura. Primero porque como profesionales en PRL y ante una situación tan excepcional como la que estamos viviendo, estamos pegados a las noticias, a la información, a las medidas que hay que tomar para parar el avance de esta pandemia, etc. Esto genera una situación de estrés y preocupación, difícil de gestionar, por un lado, porque la solución al reto que tenemos por delante no es nada fácil y, por otro, porque es complicado encontrar información veraz y de la que nos podamos fiar al 100%, algo contradictorio en una época en la que estamos más conectados que nunca.

Falta de conciencia social

Pero lo que realmente es duro, es ver como algo a lo que ya estábamos acostumbrados los especialistas en PRL, la falta de conciencia de muchas personas sobre los riesgos profesionales, ahora se ve claramente reflejado en una sociedad en la que se ven grandes problemas de conciencia sobre la seriedad del riesgo que tenemos delante de nosotros, lo que desemboca a la vez en un problema grave de conciencia social.

Desde siempre los responsables de PRL hemos tenido que luchar para poder llevar a cabo mejoras en los procesos productivos. Hemos tenido que luchar muchas veces con los de arriba para justificar que ese gasto de PRL era necesario y a la larga sería una inversión, y otras muchas veces con los propios trabajadores para que se cumplieran las normas establecidas y entendieran que dichas normas se habían creado para evitar que ellos mismos sufrieran accidentes o enfermedades profesionales.

Hemos tenido que llevar a cabo procesos de implantación de cultura preventiva, charlas de concienciación de trabajadores y mandos intermedios, plantear formaciones siempre muy ilustrativas y sobre todo que tocaran “la fibra” de la gente, para poder lograr así una conciencia de PRL.

La realidad de lo que estamos viviendo:

Personas que se saltan el confinamiento, que no utilizan las mascarillas, que no guardan la distancia social, o no cumplen con los horarios establecidos para las salidas establecidas en el proceso de desescalada, es el fiel reflejo de lo poco que se ha invertido en educación en este aspecto. La prevención de riesgos debería estar en el sistema educativo desde la infancia, si realmente queremos conseguir una sociedad concienciada.

Siempre hemos sido la sociedad de “por 5 minutos no pasa nada”, “yo controlo”, “no seas exagerado”, “no saquemos las cosas de quicio”, “esta norma no tiene sentido”, “eso a mí no me va a pasar”, y sobre todo la sociedad de hecha la ley hecha la trampa…. Somos la sociedad de las excusas para no hacer frente a nuestras propias responsabilidades.

El mayor reto que tenemos ahora es conseguir que todo el mundo sea consciente de que si, a día de hoy, no se siguen al pie de la letra las normas que nos están dando pueden morir muchas más personas porque hay un virus que no vemos, ni olemos, ni sentimos a nuestro alrededor y que es mortal para muchas personas de nuestro entorno. Si ya es difícil concienciar de riesgos visibles y tangibles como los accidentes de trafico, concienciar sobre riesgos invisibles es muchísimo más complicado, por no decir imposible, si no se tiene un mínimo nivel de percepción de riesgos.

Necesitamos un cambio cultural

Generar un cambio cultural es lento, y muy progresivo, pero si se logra es muy eficaz. Los que lo hemos vivido dentro de empresas sabemos que cuando realmente se lleva a cabo baja drásticamente la accidentabilidad laboral de la organización.

Lo más importante en la vida es que lo más importante sea lo más importante.

– Stephen Covey.

Por eso es muy importante que la situación actual nos haga trabajar incasablemente en generar un cambio cultural, creando una sociedad donde lo más importante en la vida sea que lo más importante siempre sea lo más importante. Esta frase se la escuche por primera vez a Victor Kuppers y encaja muy bien en ese cambio cultural que hay que lograr, porque, como bien dice él, “vivimos en un mundo tan ‘tarado’”, que tenemos gente dispuesta a jugarse la vida por irse de fiesta, por hacer un botellón, por irse a la segunda residencia, aunque sea en el maletero de un coche, y multitud de ejemplos más que hemos tenido que ver y escuchar en estos días.

Sólo espero que nos demos cuenta y actuemos en consecuencia. Es básico implantar programas de formación desde la infancia para que la gente crezca con esa conciencia social y con esos valores, porque si llega otra pandemia similar en un futuro, será muchísimo más fácil enfrentarnos a ella con gente concienciada, empática, responsable y con una gran conciencia social.

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